jueves, 22 de enero de 2009

Religiones y sectas: Las armas de Satanás

Las armas de Satanás, a través de la cual iré poniendo a vuestra disposición los conocimientos necesarios con la finalidad de que aprendan a distinguir entre lo que es una religión y una secta, así como para que no se dejen sorprender por el enemigo de nuestras almas en su lucha permanente por engañar a quienes buscamos la salvación. 
El título de este estudio se debe a que Satanás trata desviarnos de la verdad revelada por Dios al capturar nuestras mentes mediante la mentira, arma que tan buenos resultados le dio en el paraíso terrenal cuando hizo dudar a Eva acerca de la veracidad de la palabra de Dios. Que utilizó para engañar y hacer sufrir a los judíos cuando salidos de Egipto se dirigían hacia la tierra prometida. Que empleó sin éxito en el desierto al intentar desviar a Jesús de su misión salvadora. Y que sigue empleando exitosamente al hacer andar por el camino errado del sectarismo y de la religiosidad a quienes creyendo estar en camino de ser discípulos de Cristo se convierten en discípulos de algún teólogo proclamador de una seudorrevelación divina. 
Es importante para quienes desean llegar al conocimiento de la verdad poder diferenciar entre religión y secta, pues solo así podrán anticiparse a cuaquiera doctrina de demonios que pretendan introducir en la Iglesia Cristiana los espíritus engañadores que han salido por el mundo en estos postreros tiempos.
 

Religión. Del latín re-ligare, que significa volver a ligarse, la religión es un conjuntos de creencias y prácticas ideadas por el hombre que cree poder acercarse a Dios ignorando que no está moralmente en capacidad de hacerlo por causa del pecado y de la injusticia (Romanos 3:10,11). 

Secta. Del griego hairesis, que se traduce secta o herejía, una secta es la escuela o facción que deriva su doctrina de una verdad principal, sea esta económica, filosófica o religiosa. En nuestro caso la verdad es la revelada por Jesucristo, siendo secta cristiana toda enseñanza que conlleve una interpretación de esa verdad, ya que la secta o herejía es la expresión de una visión desde algo preestablecido, un credo que se reputa como correcto. Los herejes no definen su creencia como herética. Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo. Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguien os predica un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema.(Gálatas 1:6-9). 
Así, mientras la religión consiste en una serie de enseñanzas y ritos de hechura humana a la que puede o no agregársele algunas enseñanzas bíblicas -Ej. Catolicismo, Testigos de Jehová e Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (Mormonismo)- las sectas son grupos que enseñan como doctrinas interpretaciones de una verdad central. La Iglesia Católica, Apostólica y Romana empezó como una secta del romanismo, pues la verdad central de la que ella deriva la hallamos en la religión imperial romana a la que han añadido enseñanzas cristianas, griegas, babilónicas y judaicas, convirtiéndose en religión, mientras que la Iglesia Adventista es una secta del judaísmo a cuyas ordenanzas legales le han añadido creencias cristianas así como revelaciones particulares.

¿Es cristiana la Iglesia Católica Apostólica Romana?

Historia

Introducción.- Pese a ser una de las religiones con mayor número de adeptos en el mundo, principalmente en Europa, América y Filipinas, y a su pretensión de haber sido fundada directamente por Jesucristo, la mal llamada Iglesia Católica, Apostólica y Romana no es lo que pretende ser sino deviene en una secta de la religión pagana practicada en el Imperio Romano durante muchos siglos, a la que se ha añadido creencias y ritos judaicos, griegos y cristianos, así como interpretaciones particulares de algunos pocos pasajes de la Biblia. Y se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que no es católica ni apostólica pues sus doctrinas ni su área de influencia reflejan el significado real de ambos términos.
Veamos: 
No es católica (del griego katolikos ‘universal, que comprende todo’) pues no es aceptada ni practicada en todo el universo.
 
No es apostólica pues sus creencias no están fundamentadas en las enseñanzas de Jesucristo ni sus apóstoles 
Esto, pues, la descalifica para utilizar tales términos en su llamativo nombre. Puede aceptarse, sin embargo, la utilización del término iglesia (del griego ekklesía y latín ecclesía), cuya acepción más frecuente está referida al conjunto o congregación de los fieles 
Esto determina su denominación real, que es Iglesia Romana, pero como quiera que a través de su desarrollo ha ido asimilando otros ritos, lo que empezó como una secta* de la religión romana practicada desde antes del nacimiento de Jesucristo, a quien sus jerarcas declaran su fundador, ha dado paso a una religión con ritos e ingredientes propios, llamada Neorromanismo

Antecedentes. La Iglesia Neorromana es una secta seudocristiana que tiene sus orígenes en la religión romana, la que a su vez estuvo influenciada por el politeísmo griego, ya que fueron ellos los primeros pobladores de la península itálica al formar pequeños asentamientos en la región sobre la cual se erigiría posteriormente el Imperio Romano. De allí que su religión influyera en la concepción religiosa romana, resultando que los peninsulares bautizaron a los dioses griegos con nombres que imponía el Imperio Romano. Así, Afrodita era Venus, Apolo era Febo, Ares era Marte y Poseidón era Neptuno. 
Los romanos entendían por religión la relación entre ciudadanos y dioses, en la cual los primeros buscaban el favor divino y trataban de mantener la paz con ellos.
El gran número de dioses y la cantidad ilimitada de deidades en la religión romana antigua respondía a la necesidad de reconocer la acción divina en lo más cercano y cotidiano y actuar en armonía con ella. Existía un tipo de divinidades especiales para cada tipo de actividad: agricultura, ganadería, pesca, los que cuidaban a los hombres desde su nacimiento hasta su muerte, en el matrimonio, etc. Posteriormente, esas divinidades cambian de nombre por el de los mártires del cristianismo, conociéndoseles en la liturgia católica como los santos patrones de las diversas actividades del quehacer humano.
Así la genealogía comenzó con el Caos, desorden del que nacieron 2 hijos, la Noche y Erebo (muerte). De estos dos nació Amor que creó la Luz y el Día. Después la Tierra y el Cielo, Tellus/Gea, y Urano. Tras un extenso árbol genealógico, se llega a Júpiter, que era el Dios Supremo, padre espiritual de los dioses y hombres.
Juno, mujer de Júpiter, era la reina de los cielos y guardiana del matrimonio. Otros dioses asociados con los cielos son Vulcano, dios del fuego y los herreros, Minerva, diosa de la sabiduría y de la guerra, y Febo, dios de la luz, la poesía y la música. Vesta, diosa del hogar, y Mercurio, mensajero de los dioses y soberano de la ciencia y la invención, eran encargados de reunir al resto de los dioses del firmamento. Atlas, uno de los doce titanes, fue condenado a soportar sobre sus hombros el planeta Tierra por toda la eternidad como castigo por haber participado en la lucha de los gigantes contra Júpiter. 
Saturno era otro de los titanes. Devoraba a sus hijos según iban naciendo, sólo escapó Júpiter. Tellus (la Tierra) le había predicho que sería destronado por sus hijos, como así fue. De la unión de Urano y Rea nacieron los 12 titanes, de los cuales dos, Saturno y Cibeles, engendraron a la primera generación de dioses, a saber: Júpiter, el todopoderoso dios del cielo; Juno, su esposa, diosa del cielo y del matrimonio; Neptuno, que reina sobre el mar; y Plutón, señor del reino de los muertos. Además, la virilidad de Saturno tuvo una polución sobre el mar y de ella nació Venus, la diosa del amor y la belleza. A estos dioses sumaban los de la segunda generación, nacidos unos de la unión de Júpiter y Hera y otros de las múltiples aventuras en las que el fogoso Júpiter se complacía: Marte, dios de la guerra; Vulcano, dios del fuego; Minerva; la inteligencia; Apolo, el sol y las artes: Diana, la luna, la castidad; y Tellus, personificaba la madre tierra, hija de Caos. 

Inicios del Neorromanismo. Si conocemos que el emperador era también el Pontífice Máximo de la religión romana, comprenderemos por qué la predicación de Jesucristo y el desarrollo del Cristianismo fueron motivo de gran preocupación para los romanos, quienes veían en ello un peligro para la estabilidad del poder imperial. Ese temor llevó a varios emperadores a perseguirlos inmisericordemente con la finalidad de impedir su extensión.
Esta persecución se extendió hasta inicios del siglo IV, cuando en el año 311 d.C. el emperador Galerio había emitido en la ciudad un edicto conocido como el «Edicto de Tolerancia de Nicomedia». En él se concedía indulgencia a los cristianos y se les reconocía su existencia legal y libertad para celebrar reuniones y construir templos para su Dios por lo que la persecución de los mismos finalizaría. Pero fue Constantino I el Grande quien mediante el Edicto de Milán (313 d.C.), conocido también como La tolerancia del cristianismo, estableció la libertad de religión en el Imperio Romano, dando fin a las persecuciones dirigidas por las autoridades contra ciertos grupos religiosos, particularmente los cristianos. El edicto fue firmado por Constantino I y Licinio, dirigentes de los imperios romanos de Occidente y Oriente, respectivamente. 
En el momento de la promulgación del edicto, existían en el Imperio cerca de 1.500 sedes episcopales y al menos de 5 a 7 millones de habitantes de los 50 que componían al imperio profesaban el cristianismo. Luego de la aprobación se inició, según se conoce por los historiadores cristianos, la Paz de la Iglesia. Mediante su promulgación quiso darle al cristianismo un lugar de plena legalidad entre las demás religiones. 
Constantino I el Grande En 312, a la edad de 24 años, Constantino se hizo gran simpatizante del cristianismo. Posiblemente su madre Elena (según los católicos, una «santa») fuera la fuente de esa simpatía del joven Constantino. Por el edicto de 313 quería darle al cristianismo un lugar de plena legalidad entre las demás religiones. No hizo de él la religión oficial del imperio, esto lo haría otro más tarde (para precisar: el emperador Teodosio en el 27 de febrero de 380). Pero, desde ahora, los cristianos estarían libres de persecución gubernamental.
Las últimas y más terribles persecuciones de todas, las de los emperadores Diocleciano y Galerio, habían terminado en mayo de 311. Ahora, a los dos años, aturdidos, aunque contentos, los cristianos no saben bien qué actitud adoptar hacia su emperador. Dos siglos y medio de duras persecuciones imperiales han tocado a su fin. De pronto, en lugar de ser una minoría despreciada, siempre bajo sospechas, la Iglesia es elevada a un nivel de respetabilidad y de es­pecial favor de parte del emperador. 
Solo Dios sabe si la experiencia «cristiana» de Constantino fuera una auténtica conversión. Recién en su lecho de muerte (337), cuando tenía 49 años, pidió el bautismo. El que le bautizó era obispo arriano...; siendo la doctrina arriana notablemente falsa en cuanto a la deidad de Cristo. La Iglesia a estas alturas ya era más «episcocéntrica», que cristocéntrica. ¿Qué significa esto? En cada iglesia había un «obispo», cuyo ‘oficio’ era más o menos equivalente al de «pastor» en términos modernos. Y, como en la actualidad, tendía a usurpar el lugar que sólo le pertenecía a Cristo. No era difícil en tales condiciones que se claudicara tras un emperador, hombre del mundo, que en la Iglesia de Cristo no debiera tener ni voz, ni voto.
 
Uno de los síntomas de la creciente decadencia espiritual fue la entrada de imágenes, supuestamente para que los creyentes fueran edificados por el recuerdo de los «santos». Es fácil además el reciclaje: un Júpiter de antes desde ahora puede ser venerado como un San Pedro, etcétera. Fiestas paganas reciben nombres cristianos. Constantino fomenta la construcción de edificios especiales para que los cristianos puedan competir con los judíos y los paganos, ya que hasta ahora se habían venido reuniendo en sus casas. Su madre, Elena, inicia la construcción de basílicas y otros «santuarios» en Roma, Jerusalén y Belén. 
En 395 Ambrosio, el ‘obispo’ de Milán, contaría como Elena, en 326, descubriera la tumba de Jesús, y la «vera cruz», metida en ella. 
Pero esto que ahora es considerado por la iglesia neorromana y las sectas salidas de ella sirvió para que los nuevos adeptos del paganismo romano aprovecharan las circunstancias y se dedicaran a propagar su nueva religión, a la que habían añadido creencias cristianas como la existencia de un solo Dios, el nacimiento virginal de Jesucristo, la existencia del Espíritu Santo y alguna otras. Mas como dice la Biblia, los hombres, profesando ser sabios se hicieron necios y cambiaron la gloria de Dios por la mentira, honrando y dando culto a la criatura antes que al creador (Romanos 1:21 ) y, desconociendo su incapacidad para buscar a Dios (Romanos 3:9-11 ), decidieron que tenían interpretar lo que el Creador les había revelado, lo que trajo como consecuencia que se lanzaran a la práctica –según ellos- de lo solicitado por Dios sin el requisito previo del arrepentimiento. (gr. metanoia cambio de la manera de pensar). Mas nosotros tenemos la mente de Cristo (1 Corintios 2:20) dice Pablo.
Es debido a su corazón no arrepentido que a sus creencias paganas y a los agregados del cristianismo, añaden ritos y creencias de la religión babilónica y del judaísmo, a las que van añadiendo posteriormente tradiciones existentes en los pueblos en los que se asentaba.
Esto convierte a la religión neorromana en una extraña amalgama de ritos y creencias disímiles y hasta contradictorias, que para poder aceptarlas ellos mismos tuvieron que apelar a dogmas tales como a que la su fe se basa en la Biblia y en la tradición. 
Entre las costumbres romanas que arrastra desde su institución, antes del nacimiento de Jesucristo, están el título de Sumo Pontífice o Pontífice Máximo que es usado por el Papa desde que Graciano el Joven (375-383), influenciado por Ambrosio, prohibió las ceremonias paganas en Roma; se negó a llevar el título de Pontifex Maximus por considerarlo incompatible con su «cristianismo»; retiró el Altar de la Victoria de la Casa Senatorial en Roma, a pesar de las protestas de los miembros paganos del Senado, y confiscó sus rentas. El reinado de Graciano es una época importante en la historia eclesiástica, pues durante este periodo el neorromanismo se convirtió por primera vez en la religión dominante en todo el imperio.
 

Sacro Colegio Cardenalicio. Otra de las instituciones que el neorromanismo heredó de la época imperial es el colegio de pontífices (Collegium Pontificum), antecedete directo del actual Sacro Colegio Cardenalicio, que era el más importante cargo de sacerdocio de la Roma Antigua. La fundación de este colegio sagrado es atribuida al segundo rey de Roma, Numa Pompilio, con el objetivo de servir como ente consejero del rey –al igual que hoy del Papa- en todo lo concerniente a la religión. 
El colegio era dirigido por el pontifex maximus y todos los pontífices ejercían su cargo de por vida. Antes de la fundación de la institución, todas las funciones administrativas y religiosas así como el poder eran ejercidos por el rey.
Durante la República Romana el Pontifex Maximus era el mayor cargo en la religión romana, que se caracterizó por ser cercana al Estado. El cargo era el de mayor importancia entre los Pontífices, en el colegio sagrado principal Collegium Pontificum, institución que la persona investida con el título dirigía.
De acuerdo a Livio, después de la caída de la monarquía, los romanos también crearon el sacerdocio del Rex Sacrorum (rey de los rituales o rey de los rituales sagrados) para llevar a cabo las tareas religiosas, rituales y sacrificios previamente encargados al rey. A la persona que ejercía este cargo le era, sin embargo, prohibido el asumir cualquier cargo político o asiento en el Senado, como una precaución para no convertirle en tirano. El Rex Sacrorum fue después subordinado por los fundadores de la República Romana al Pontifex Maximus como una garantía contra la tiranía. Otros miembros de este sacerdocio incluían a los flamines (sacerdotes muy especiales, vinculados a Júpiter, Marte y Quirino, en principio) y las vírgenes vestales. Durante la República temprana, el Pontifex Maximus elegía a los miembros de estos grupos. 
Existían además muchos otros cargos religiosos, incluyendo los augures y los arúspices (dos rituales originalmente etruscos para conocer la voluntad de los dioses). 
La residencia oficial del Pontifex Maximus era el Domus Publica, que se encontraba entre la casa de las vírgenes vestales y la Vía Sacra.
 
A pesar de que el Pontifex Maximus era también un magistrado, no se le permitía utilizar la toga praetexta (toga con el borde púrpura), sin embargo podía ser reconocido por el cuchillo de hierro (secespita) o la patera y su toga distintiva, cuyo manto le cubría la cabeza.  
El pontífice no era simplemente un sacerdote, tenía autoridad política y religiosa. No es claro cual de las dos era la de mayor importancia. En la práctica, particularmente durante la República tardía, el cargo de Pontífice Máximo era ejercido generalmente por un miembro de una familia políticamente importante. Era una posición de gran prestigio para quien la ostentaba; así Julio Cesar se convirtió en pontífice en el 73 A.C. y pontífice máximo en el 63 A.C.. El cargo no era un trabajo de tiempo completo, y no impedía al portador el ejercer alguna otra profesión civil o militar. 

Elección y número de pontífices El número de Pontífices, elegidos por co-optatio (los miembros restantes nominaban a su nuevo colega) de por vida, era en un principio cinco, incluyendo al Pontifex Maximus. En un principio, los pontífices sólo podían venir de la vieja nobleza, los patricios. Sin embargo, en el 300. A.C. / 299 A.C. la lex Ogulnia abrió el cargo a los plebeyos, así parte del prestigio de dicho título fue perdido. Pero no fue hasta el 254 A.C. que Tiberius Coruncanius se convirtió en el primer plebeyo en ejercer el cargo de Pontífice Máximo. La lex Ogulnia también incrementó el número de pontífices a nueve (incluido el Pontífice Máximo). 
En 104 A.C. la lex Domitia estableció que la elección de los pontífices sería llevada a cabo por el comitia tributa (una asamblea de los ciudadanos romanos divididos en distritos de votación), sólo 17 de las 35 tribus romanas tenían derecho a votar. Esta ley fue abolida por Lucio Cornelio Sila en el 81 A.C. por la lex Cornelio de Sacerdotis, que restauró el derecho de co-optatio a los grandes colegios de sacerdocio. También durante el gobierno de Sila se elevó el número de Pontífices hasta 15 (incluido el Pontífice Máximo). 
En el 63 A.C., cuando Julio César era Pontífice Máximo la ley de Sila fue abolida, instaurando una forma modificada de la lex Domitia, reinstalando la elección por comitia tributa. Sin embargo Marco Antonio restauró después el derecho a co-optatio. También con Julio Cesar, el número de pontífices fue incrementado a dieciséis, incluido el Pontifex Maximus. El número de pontífices varió durante el Imperio, pero se cree que regularmente fueron quince. 
El Pontifex Maximus era el sacerdote principal de la religión tradicional romana, ocupando el puesto de cabeza del más importante de los Colegios Sacerdotales de Roma, el Colegium Pontificis. Este colegio nació bajo la Monarquía romana, según la tradición, en época de Numa Pompilio. 
Desaparecida la Monarquía en favor de la República, el colegio de los pontífices, como el restos de los colegios sacerdotales, fue monopolizado por los patricios en detrimento de los plebeyos. Se encargaba de la custodia de los Libros Sibilinos, de la supervisión religiosa de todos los cultos que se realizaban en Roma, de la redacción de los anales pontificales, o breves relatos históricos de los sucedido cada año, y de la compilación de las costumbres y leyes, a través del ius pontificalis, base del Derecho Romano. 
El cargo de Pontífice Máximo era perpetuo y siempre era acompañado por un lictor o guardaespaladas, lo que colocaba a este sacerdote en una categoría similar a la de los magistrados con imperio. En el colegio de los pontífices se ingresaba después de desempeñar varios cargos dentro del cursus honorum senatorial, y ser elegido Pontífice Máximo solía ser la culminación de una larga e importante carrera. 
En el siglo III adc, el cargo se abrió a los plebeyos.
 
En la época final de la República, el cargo fue ejercido por Julio César, quien uso el cargo para reformar el calendario, creando el calendario juliano. Tras su asesinato, fue elegido Lépido como Pontífice Máximo, cargo que logró desempeñar hasta su muerte en 2 adc, momento en el cual fue asumido por Augusto, quien lo utilizó para culminar su revitalización de la religión tradicional romana. Desde ese momento, el cargo de Pontífice Máximo fue asumido siempre por los emperadores, formando parte de la literatura imperial, indicando una clara simbiosis entre política y religión.         
Cuando el Imperio romano aceptó el cristianismo como religión lícita en el siglo IV, este título se convirtió en un anacronismo, hasta que el emperador Graciano el Joven renunció a él. Desde ese momento, el Patriarca de Roma, el Papa, asumió el título, que ostenta hasta la actualidad.    
Vale también conocer que debido a su origen romano, todos los cultos y ritos neorromanos se oficiaban en latín, que era la lengua oficial de Roma. 

Sus doctrinas
El neorromanismo pretende hecer creer que sus rituales y enseñanzas son ordenados por Jesucristo, pero basta compararlos con la Escritura Neotestamentaria para darnos cuentas que tal afirmación es una falacia. 

El bautismo de infantes.- Es simplemente un ritual de iniciación inventado por esta secta del romanismo y contrario a las enseñanzas de Jesucristo y los apóstoles. 
Según la Palabra de Dios, la palabra bautizar (gr. baptizon), significa «sumergir», «introducir dentro del agua»; la inmersión en el agua simboliza el acto de sepultar al creyente en la muerte de Cristo de donde sale por la resurrección con Él (cfr.
 Rm. 6, 3-4; Col 2, 12) como nueva criatura (2 Co. 5, 17; Ga. 6, 15). Es, pues, un acto simbólico de la muerte del creyente para sí y de su resurrección para vivir en Cristo. Ocupa el primer lugar en la vida del creyente porque constituye la aceptación de la doctrina de Jesucristo y su testimonio al mundo de que es salvo por los méritos de Jesús. Por el Bautismo somos incorporados a la Iglesia de Dios. 
El limbo.- Lugar al que supuestamente iban las almas de los infantes que morían sin ser bautizados, pero era tan evidente su contradicción con el amor de Dios enseñado en la Biblia, que la jerarquía neorromana tuvo que aceptar su inexistencia y pedir perdón públicamente por el engaño. No obstante, durante casi dos mil años representó una gran fuente de ingresos para el clero neorromano. 
Dogmas.- Los dogmas católicos son las creencias esenciales que identifican y definen el credo católico frente a otras confesiones cristianas, si bien algunas de estas creencias son comunes a otras denominaciones cristianas (ej. Encarnación, Trinidad). Para un neorromano el dogma es una verdad revelada por Dios y propuesta por la Iglesia, para la creencia de los fieles. Estos se basan en la Biblia y en la Tradición Apostólica, también llamada Sagrada Tradición. Así como los hebreos tenían su «tradición» (que fue la base de gran parte de los libros del Antiguo Testamento), así los católicos tienen la tradición apostólica transmitida de generación en generación de forma escrita y oral
Sin embargo, omiten enseñar que Jesucristo condenó a los fariseos por invalidar la Ley de Dios por seguir sus tradiciones. (Mateo 15:6) 

Algunos dogmas esenciales son: 
- Eucaristía (pan y vino transformados en el Cuerpo y la Sangre de Cristo). No existe base bíblica para esta doctrina, llamada de la Transubstanciación, pues no fue enseñada por Jesucristo ni sus apóstoles. 
- Inmaculada Concepción (la Virgen concebida sin pecado original). Contradice las Sagradas Escrituras. Dios dice que no hay justo ni aun uno.(Romanos 3:10) Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23); No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. (Romanos 3:12) Además, la misma María, en su exaltación a Dios luego de serle anunciada su milagrosa concepción alaba a Dios «mi salvador». Es decir, reconoce la necesidad de un salvador. 
- Maternidad Divina (la Virgen es Madre de Dios). María es madre de Jesús hombre. Dios es eterno, tiene existencia en sí mismo (
Exodo 3:14). 
-Virginidad Perpetua (María siempre Virgen) Contradice Mateo 1:25; Lucas 2:23. Contradice además lo narrado en Mateo 13:55, 56.- Asunción de la Virgen (María es asunta llena de gloria a los cielos y es coronada como «Reina y Madre de todo lo creado»). Nadie asciende al cielo en cuerpo y alma, pues carne y sangre no heredarán el reino de los cielos. (1 Corintios:15:49, 50). 
La adoración a María, doctrina conocida como Mariolatría, se inició en Efeso (siglo V dC), donde la adoración a Diana era obligatoria en la vida de sus habitantes. Fue resultado de la aceptación de la adoración a dioses del paganismo cambiándoles de nombre por el de personajes bíblicos. 
Comunión. La Sagrada Eucaristía culmina la iniciación cristiana. Los que han sido elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados más profundamente con Cristo por la Confirmación, participan por medio de la Eucaristía con toda la comunidad en el sacrificio mismo del Señor. 
Cabe mencionar que para el neorromanismo la Eucaristía no representa un símbolo sino que es Jesucristo mismo con su cuerpo, sangre, alma y divinidad presentes en la Eucaristía, debido a esto es llamado El Santísimo Sacramento. 
Pero la Biblia enseña que la comunión, o eucaristía, es el recordatorio de la última cena pascual tomada por Jesucristo en cumplimiento a lo dispuesto por la Ley de Dios, y el anuncio de la Segunda Venida de Jesucristo. No consiste en comer solamente un pedazo de pan, sino que es en sí una comida de amor al término de la cual se parte el pan y se toma el vino distribuyéndose entre los creyentes bautizados.
 
Confirmación.- Con el Bautismo y la Eucaristía, el sacramento de la Confirmación constituye el conjunto de los «sacramentos de la iniciación cristiana», cuya unidad debe ser salvaguardada. Es preciso, pues, explicar a los fieles que la recepción de este sacramento es necesaria para la plenitud de la gracia bautismal (cf OCf, Praenotanda 1). En efecto, a los bautizados «el sacramento de la confirmación los une más íntimamente a la Iglesia y los enriquece con una fortaleza especial del Espíritu Santo. De esta forma se comprometen mucho más, como auténticos testigos de Cristo, a extender y defender la fe con sus palabras y sus obras» (LG 11; cf OCf, Praenotanda 2). Con este rito la religión neorromana pretende sustituir la Segunda Gracia, que es la obra del Espíritu Santo en el creyente. 
Pablo nos enseña que somos bautizados en el Espíritu Santo (XXXX)
 
Sacramentos de curación 
Penitencia.- llamado también Confesión o Reconciliación. De acuerdo con el catecismo de la Iglesia católica: 
Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado. 
Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador. 
Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una «confesión», reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.
 
Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente «el perdón y la paz» (OP, fórmula de la absolución). 
Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: «Dejaos reconciliar con Dios» (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: «Ve primero a reconciliarte con tu hermano» (Mt 5,24).
 
-Este «sacramento», que consiste en confesar, compartir, el sacerdote los pecados que hemos cometido contradice la enseñanza bíblica de Efesios 5:12, que nos dice que no debemos hablar lo que hicimos en las tinieblas. Además Juan nos dice «estas cosas las que escrito para que no pequéis; mas si alguno hubiera pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. (1ra de Juan 1:10).
Además que las Sagradas Escrituras enseñan que quien es perdonado por Jesucristo y nacido del Espíritu es sin pecado y, por lo mismo, santo. Ver Romanos 5:1 
Unción de los enfermos (antes llamada extremaunción). Con la sagrada unción de los enfermos y con la oración de los presbíteros, toda la Iglesia entera encomienda a los enfermos al Señor sufriente y glorificado para que los alivie y los salve. Incluso los anima a unirse libremente a la pasión y muerte de Cristo; y contribuir, así, al bien del Pueblo de Dios» (LG 11).
Las Escrituras enseñan que la salvación es la liberación mediante el sacrificio de Jesucristo de la maldición del pecado –enfermedad, muerte y condenación- y si algún creyente enferma es porque se rebela contra lo dispuesto por Su Creador para tener una vida de santidad y sanidad. Es, en ese caso que Santiago (5:14) nos indica lo que debemos hacer para recuperar la salud y quitar la causa de la enfermedad. No es una unción que ayude a bien morir al enfermo, como lo enseña el neorromanismo. 

Sacramentos de servicio a la comunidad
 
Matrimonio.- «La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados» ( CIC, can. 1055,1) 
Este rito que es de cumplimiento obligatorio en la religión neorromana y las sectas seudocristianas salidas de ella, tiene su origen en el siglo VIII debido a que los clérigos francos vieron mermada su influencia en las nuevas familias que se formaban fuera de su influencia religiosa. Para evitarlo, utilizaron a Carlomagno, rey que había sido coronado por el Papado y se sentía obligado a la obediencia clerical, quien ordenó por edicto imperial que todos los subditos del Sacro Imperio Romano Germánico contrajeran matrimonio religioso. Esto, pese a su desacertada conducta. Según historiadores religiosos, parece que a inicios del siglo tercero los creyentes acudían a sus congregaciones para que los demás creyentes hicieran oración de agradecimiento a Dios por la nueva familia. Pero nunca hubo un rito ni nada que se asemeje a eso.
 
Orden Sagrado.- Según la religión neorromana el Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. 
Al comentar este «sacramento» debemos tener en claro que el neorromanismo obliga a sus ministros al celibato sacerdotal, orden antibíblica y antinatural, pero que tiene su origen en el deseo de la cúpula clerical de acumular riqueza. Sabemos que debido a sus mentiras acerca del limbo y del purgatorio los clérigos neorromanos recibían –y hasta ahora reciben- grandes donaciones las que serían heredadas por sus cónyuges y descendientes en caso los hubiera. Al obligar al celibato, estas riquezas pasarían a poder de la Iglesia.
 
La Biblia dice que «quien desea obispado, buena obra desea; pero es necesario que el obispo sea casado, marido de una sola mujer; que tenga a sus hijos en sujeción, con toda honestidad. ( Timoteo 3:2.4).
 
Dios, al momento de la creación, dijo: «No es bueno que el hombre esté solo. Haré ayuda idónea para él». (Génesis 2:18) 
Los mandamientos de Dios. Los diez mandamientos: según el Catecismo de la Iglesia Católica, adaptados de los libros de Éxodo (20, 2-17) y Deuteronomio (5, 6-21), son los siguientes: 
1.    Amar y adorar a Dios sobre todas las cosas. 
2.     Respetar el Nombre del Señor. 
3.     Guardar el Día del Señor. 
4.     Honrar al padre y madre. 
5.     No matar. 
6.     No cometer acciones impuras. 
7.     No robar. 
8.     No levantar falso testimonio ni mentir. 
9.     No consentir en pensamientos impuros. 
   .   No codiciar bienes ajenos. 
Los neorromanos resumen los diez en uno solo: Amarás a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo. 

Sin embargo, según la Biblia en la versión de Nácar Colunga –de uso obligatorio por el clero- y otras versiones aprobadas por Roma, la relación de estos mandamientos ha sido adulterada en sus catecismos. 
Veamos Exodo 20:1-XX, Nácar Colunga y otras: 
No tendrás dioses ajenos delante de mí 
No te harás imagen ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en los cielos; abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las honrarás, porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos, hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen. 
Además san Pablo dice de los hombres que: no aprobaron tener en cuenta a Dios y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en imagen de hombre corruptible, de cuadrúpedos... Por lo que Dios los entregó a la concuspicencia de sus corazones, de modo que deshonraron sus propios cuerpos. El comienzo de las perversiones sexuales tuvo su origen en la negación de la gloria de Dios y el uso de imágenes.
 
El mismo Jesucristo dice que Dios es espíritu, y quienes lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que le adoren. 
La iglesia neorromana aceptó el uso de imágenes, como ya se mencionó, para atraer a los paganos quienes eran dueños de grandes riquezas. El amor al dinero es raíz de todos los males [1 Timoteo 6:10] escribe Pablo. 
Actualmente permite y hasta incentiva la practica de ritos paganos y hasta satánicos con el fin de ganar adeptos. 
· Ese es el motivo de que se hagan festejos en los que participan diabladas y otros rituales oscurantistas donde se derrocha dinero, se realizan verdaderas orgías y se dona animales y objetos de valor al clero neorromano. 
Pecados veniales y mortales.- El catecismo de la Iglesia Católica reconoce dos tipos de pecados, veniales y mortales. Para que un pecado sea mortal (infracción grave que destruye la caridad del hombre) se requieren tres condiciones: ‘Es pecado mortal lo que tiene como objeto una materia grave (falta a uno de los 10 mandamientos) que sea cometido con pleno conocimiento (que la persona sepa que la falta es un pecado) y deliberado consentimiento (que la persona esté consciente de lo que hace y no lo haga bajo presión de personas o circunstancias). 
El pecado venial es una infracción leve, que si bien no rompe la relación de amistad del hombre con Dios, como lo hace el pecado mortal, sí deteriora esa relación, y dispone al hombre para caer en pecado mortal. En palabras del padre Jorge Loring, en el libro «Para Salvarte», una tos pequeña, pero descuidada, puede llevar a la sepultura. Un punto negro en un diente no es nada, pero si no se lo enseñas al dentista, pronto todo el diente quedará dañado, y hasta puede ser necesaria la extracción.
 
La Biblia dice que el pecado consiste en la desobediencia de Adán al mandato de Dios, y por ese hecho todos los hombres somos constituidos pecadores. (Ver Romanos 5:12). De esta condición nos libró Jesús con su muerte, siendo el resistir al Espíritu Santo el único pecado imperdonable pues nos impide llegar al conocimiento de la verdad.
 
Actos buenos y actos malos 
Según el catecismo de la Iglesia católica, existen actos buenos y actos malos (cf. 1755-1756), donde un acto moralmente bueno supone al mismo tiempo la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno (como orar y ayunar «para ser visto por otros»). 
En cambio un acto malo puede ser malo ya sea porque el objeto de la elección sea malo (como blasfemar) o porque la finalidad de ese acto sea ilícita. Independientemente de las circunstancias y de las intenciones, son siempre gravemente ilícitos por razón de su objeto; por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio. No está permitido hacer el mal para obtener un bien.
 
Según la Biblia, el hombre es malo por naturaleza y no está capacitado moralmente para hacer el bien como consecuencia de la maldición. (Ver Romanos 10-12) 
Dones del Espíritu Santo.- Aunque según la Primera Carta del apóstol Pablo a los Corintios (Ver capítulo12) los dones del Espíritu Santo son nueve, el neorromanismo reconoce solamente siete: 
Don de sabiduría 
Don de entendimiento 
Don de consejo 
Don de fortaleza 
Don de ciencia 
Don de piedad 
Temor de Dios 

Neorromanismo en el mundo actual 

Nerromanismo liberal 
La corriente que durante el siglo XIX se denominó catolicismo liberal, tiene raíces que se remontan varios siglos atrás. En este caso, a la época del Renacimiento, ligadas al llamado humanismo cristiano, cuyo principal exponente fue Desiderius Erasmus de Rotterdam, y para el caso español, el grupo de intelectuales reunidos en torno a la Universidad de Alcalá de Henares, fundada por el cardenal Jiménez de Cisneros. 
Más adelante, en el siglo XVIII, la Ilustración influyó en varios círculos de católicos franceses, belgas, alemanes y holandeses, constituyéndose doctrinas (regalismo, galicanismo, molinismo, febronianismo y josefismo, entre otras) que exaltaban el individualismo y la racionalización de las concepciones y expresiones religiosas (libre albedrío, moral austera, rechazo a las prácticas barrocas) al igual que una modificación de la organización religiosa, al apoyar los intentos de creación de Iglesias nacionales. 
A partir del Concilio Vaticano II, la iglesia católica ha mostrado una actitud mucho más ecuménica frente a las otras iglesias cristianas. Sin embargo, este movimiento de apertura y modernización empezó a ser corregido con la llegada de Juan Pablo II y está siendo muy cuestionada por el actual Papa, Benedicto XVI. 

Críticas 
La religión neorromana ha recibido muchas críticas a lo largo de su historia. Entre ellas se puede mencionar las referentes a la Inquisición, por la cual se torturaba y se entregaba a la justicia del brazo secular a las personas que no abjuraran de las doctrinas contrarias a las suyas. Como ejemplo se puede mencionar la Inquisición Española, creada en 1478 por una bula papal con la finalidad de combatir las prácticas judaizantes de los judeoconversos españoles, esto es, de los «cristianos nuevos» que mantenían la fe judía de sus mayores. 
También se critica que basan gran parte de sus doctrinas en creencias extrabíblicas o en libros que no se encuentran dentro del canon de la Biblia judía o protestante. Por ejemplo, la santísima trinidad, la inmortalidad del alma, la transubstanciación, la eucaristía, la existencia del purgatorio, la inmaculada concepción, la maternidad divina, la virginidad perpetua, la asunción de la virgen, y la adoración o veneración de imágenes, no se enseñan en la Biblia. 
Para conrratrestar las críticas que se hacen contra sus doctrinas extrablíblicas, aducen que los judíos no basan su fe únicamente en la escritura, sin embargo, los judíos jamás aceptaron como inspirados los libros deuterocanónicos, como Eclesiástico, Sabiduría o Tobías, en los cuales se habla de la oración a los difuntos. El purgatorio, es otra de las doctrinas bíblicas no canónicas según judíos o protestantes, ya que la referencia de la iglesia Neorromana para segurar su existencia se encuentra en el libro deuterocanónico de 2 Macabeos. Aunque los cristianos no estuvieron presentes en el Concilio de Janmia y se escogió esa versión en oposición a que los cristianos usaban la Septuaginta También se pueden mencionar los Concilios como los de Nicea. En el Concilio de Nicea II, se acordó la veneración de las imágenes como los expresa el siguiente extracto del Catecismo de la Iglesia Católica: 
2131 Fundándose en el misterio del Verbo encarnado, el séptimo Concilio Ecuménico (celebrado en Nicea el año 787), justificó contra los iconoclastas el culto de las sagradas imágenes: las de Cristo, pero también las de la Madre de Dios, de los ángeles y de todos los santos. El Hijo de Dios, al encarnarse, inauguró una nueva ‘economía’ de las imágenes.
 
Lo anterior según la Biblia está prohibido de acuerdo con los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento. 
El Papa.- (del latín papa, y a su vez del griego pápas: «padre» o «papá») es la cabeza visible de la Iglesia Católica y el Jefe de Estado del Estado de la Ciudad del Vaticano. El actual Papa (2008) es el antes Cardenal alemán Joseph Ratzinger, intitulado como Benedicto XVI. 
Al Papa también se le conoce como Obispo de Roma, Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, Sumo Pontífice y Siervo de los siervos de Dios. 
Durante los primeros siglos de la historia del cristianismo, la expresión «papa» se usaba para dirigirse o referirse a los obispos, en especial a los metropolitas u obispos de diócesis mayores en extensión o importancia. Así, Cipriano de Cartago, por ejemplo, es llamado «papa» (cf. Epist. 8, 23, 30 etc.) La primera vez que se tiene constancia del uso de esta expresión para el obispo de Roma es en una carta de Siricio (cf. Carta VI en PL 13, 1164), a fines del siglo IV. Sin embargo, seguía usándose indistintamente para otros obispos. Hay que esperar a Gregorio VII para un uso ya exclusivo del obispo de Roma. 
Origen del Papado La visión de la Iglesia Católica de los relatos evangélicos en torno al apóstol San Pedro resalta su preeminencia sobre los demás apóstoles: Jesús le da un nombre especial, Cefas (Roca) (Mc 3,16; Juan 1,42), el cual señalaría la futura misión del apóstol. Además, en los listados de apóstoles los evangelistas siempre lo nombran en primer lugar (a pesar de no haber sido el primero en recibir la llamada de Jesús), incluso utilizando el título de «el primero» (Mt 10,2). Con todo, el pasaje clave es Mateo 16, 13-20, donde Jesús -más adelante- hace entrega a Pedro de las «llaves del reino de los cielos» y se refiere a él como la roca sobre la cual fundaría su Iglesia. Luego de la resurrección Jesús nuevamente le menciona su papel: «apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas» (Juan 21, 15-17) donde apacentar en términos bíblicos es «gobernar» (ejemplo Hechos 20,28). 
Por ello, según la visión de la Iglesia Católica, el evangelio reflejaría la voluntad de Jesucristo de que sus discípulos permanecieran unidos bajo la dirección de Pedro, a quien Jesucristo dio ese nombre en un momento solemne, llevando a sus apóstoles a una ciudad edificada junto a una roca, Cesarea de Filipo: 
«Y yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta roca, Yo edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no prevalecerá contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los cielos; y todo lo que atares sobre la tierra será también atado en los cielos; y todo lo que desatares sobre la tierra será también desatado en los cielos». Mateo, 16:13-20
 
Pero no mencionen que para el propio Pedro la roca era Jesucristo. Ver X Pedro 2:4-8
 
La interpretación de las llaves del Reino de los Cielos actual no se hizo hasta el papa Gregorio VII. La interpretación más común de los Padres de esta metáfora es la predicación de Pedro, el cual abrió el Reino de los Cielos a los judíos (Hechos 2) y a los gentiles (Hechos 10).
 
Las llaves del conocimiento que fueron quitadas a los judíos y dadas a los cristianos. Ver Lucas 11:52
Otros hechos bíblicos mostrarían el papel de dirección que tiene Pedro: se encarga de iniciar la dirección del que tomaría el lugar de Judas (Hechos 1,15), es el primero en salir a hablar después de la venida del Espíritu Santo (Hechos 2, 14), es el primero en hablar en el concilio de los apóstoles (Hechos 15, 17). Todo ello es interpretado por la Iglesia Católica como muestra del papel y misión que Jesús dio a Pedro en relación con la Iglesia que él supuestamente fundaría.  
Por tales motivos Pedro es considerado dentro de la Iglesia Católica como el primer Papa. Aunque en aquel tiempo no llevaba el título pero sí la misma función y autoridad. 
Pese a esto, muchos Padres de la Iglesia dicen que la piedra a la que se refiere Cristo es su confesión, no Pedro; pero sin rechazar el pontificado.
 
Omiten señalar que Pablo llamó la atención a Pedro cuando cometió un acto de hipocresía, algo que no hubiera hecho si Pedro hubiera sido su jefe. Ver Gálatas 2:11-14
Además, históricamente está demostrado que quien fue el primer obispo en Roma fue Lino, a quien sucedió Cleto, no Pedro. 
Éstas son las principales citas bíblicas sobre las que se apoya el Catolicismo Romano para determinar el rol de Pedro y el Papado: 
–El les dijo: Y vosotros, quién decís que soy? 
Respondiendo Simón Pedro, dijo: 
–Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios viviente. 
Entonces le respondió Jesús: 
–Bienaventurado eres, Simón hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo: que Tú eres Pedro y sobre esta roca edificaré mi Iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos, y todo lo que ates en la tierra, estará atado en los cielos; y todo lo que desates en la tierra estará desatado en los cielos. Mateo 16,15-19 
Es a partir del siglo XI, cuando había perdido la autoridad y el apoyo que le daba su cercanía al emperador pues el peso del Imperio Romano se había traslado a Bizancio -la nueva de la capital imperial- que la Iglesia Neorromana hizo énfasis en el origen de la sucesión apostólica a partir de Roma. sin embargo Roma era el Patriarcado que tenía la primacía sobre los demás patriarcas, pues Constantinopla no fue elevado a Patriarcado sino hasta el siglo V.
El gobierno jerárquico de la Iglesia Neorromana se basa en la autoridad de los sucesores de los apóstoles, llamados obispos, reunidos en concilio bajo la autoridad del primero de los obispos. Para los católicos romanos, éste es el obispo de Roma, llamado Papa, porque tanto Pedro (que primero se trasladó de Jerusalén a Antioquía de Siria) como Pablo murieron en Roma. 
En la actualidad el Papa es el Obispo de la Diócesis de Roma y emperador del Estado Vaticano, Según la tradición neorromana, desde que San Pedro se estableció para predicar el Evangelio en la ciudad y nombró su sucesor a uno de los Presbíteros de la ciudad, se ha establecido la ciudad como la sede de la Iglesia Universal. 
En el principio a los sucesores de San Pedro se los llamaba simplemente obispo de Roma. El título de Papa, como ya señalé, viene a ser usado muchos siglos después. 
Actualmente, el Papa ostenta también oficialmente los siguientes títulos:
 
 Obispo de Roma. 
 Vicario de Cristo. 
 Sucesor del Príncipe de los Apóstoles. 
 Príncipe de los Obispos. 
 Pontífice Supremo de la Iglesia Universal. 
 Primado de Italia. 
 Arzobispo y Metropolitano de la Provincia Romana. 
 Siervo de los Siervos de Dios, Servus Servorum Dei. 
 Padre de los reyes. 
 Pastor del Rebaño de Cristo. 
 Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano. 
Su elección se realiza en cónclaves, en los que los cardenales votan al nuevo Papa (es un cargo vitalicio). Desde principios del siglo XIX, si hay acuerdo, se proclama mediante la fumata blanca, en caso contrario se anuncia con la fumata negra y se prosiguen las votaciones. A partir de 2006 el Papa Benedicto XVI renunció al título de «Patriarca de Occidente». El «Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos» publicó una nota en marzo de ese mismo año donde se explicaba. 
Desde el punto de vista histórico, los antiguos Patriarcas de Oriente, fijados por los Concilios de Constantinopla (381) y de Calcedonia (451), se referían a un territorio claramente circunscrito, mientras que el territorio de la Sede del Obispo de Roma no estaba bien definido. En Oriente, en el ámbito del sistema eclesiástico imperial de Justiniano (527-565), junto a los cuatro Patriarcados orientales (Constantinopla, Alejandría, Antioquía y Jerusalén), el Papa era considerado Patriarca de Occidente. Inversamente, Roma privilegió la idea de las tres sedes episcopales petrinas: Roma, Alejandría y Antioquía. Sin usar el título de «Patriarca de Occidente», el IV Concilio de Constantinopla (869-70), el IV Concilio de Letrán (1215) y el Concilio de Florencia (1439), incluyeron al Papa como el primero de los cinco Patriarcas de entonces. 
El título de «Patriarca de Occidente» lo empleó en el año 642 el Papa Teodoro I y tan solo volvió a aparecer en los siglos XVI e XVII, debido a que los títulos del Papa se multiplicaron; en el Anuario Pontificio apareció por primera vez en 1863.
 
Actualmente, el significado del término «Occidente» se enmarca en un contexto cultural que no se refiere únicamente a Europa Occidental, sino que se extiende desde Estados Unidos a Australia y Nueva Zelanda, diferenciándose de este modo de otros contextos culturales. Obviamente, este significado del término «Occidente» no pretende describir un territorio eclesiástico, ni puede ser empleado como definición de un territorio patriarcal. Si se quiere dar a este término un significado aplicable al lenguaje jurídico eclesial, se podría comprender solo con referencia a la Iglesia latina. Por tanto, el título «Patriarca de Occidente» describiría la especial relación del Obispo de Roma con esta última, y podría expresar la jurisdicción particular del Obispo de Roma para la Iglesia latina.
 
Como el título de «Patriarca de Occidente» era poco claro desde el inicio, con el desarrollo de la historia se hizo obsoleto y prácticamente no utilizable. Por eso, no tiene sentido insistir en mantenerlo, sobre todo teniendo en cuenta que la Iglesia católica, con el Concilio Vaticano II, halló para la Iglesia latina en la forma de las Conferencias Episcopales y de sus reuniones internacionales de Conferencias Episcopales, el ordenamiento canónico adecuado a las necesidades actuales. 
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos
 
Infalibilidad del Papa. La Infalibilidad no es un privilegio personal: es un atributo que corresponde a la dignidad del Papa como resultado de la asistencia del Espíritu Santo prometido por Jesucristo. El Papa es infalible cuando habla ex-cátedra en materia de fe o de moral. Sin embargo este dogma se desvanece cuando vemos a través de la historia del Papado cómo se contradecían unos a otros al momento de dar sus dogmas. Un ejemplo claro de esto lo vemos cuando un Papa declaraba de obligación la lectura de la Biblia, otro, elegido posteriormente, declaraba como pecaminoso el hacerlo.
 
Últimamente, después de casi dos milenios de haber sostenido la existencia del Limbo como lugar a donde van las almas de los niños que mueren sin bautizar, Benedicto XVI declara que tal lugar no existe y pide perdón a sus seguidores por tremendo error. ¿Quién es infalible, en este caso?